Es común que los edificios se vean afectados por movimientos estructurales y, a lo largo del tiempo, eso se puede llegar a traducir en la aparición de grietas en las paredes. Cuando esto sucede provoca la degradación del aislamiento y la filtración de agua en el interior de las viviendas.
Antes de llegar a puntos de deterioro que dificulten o imposibiliten una buena calidad de vida, es necesario llevar a cabo la rehabilitación de fachadas.
La fachada de un edificio es su parámetro exterior, la imagen principal que se obtiene a simple vista. Generalmente, envuelve a su vez conceptos de diseño como la disposición de los ventanales o de las puertas. Esta cara externa de una edificación tiene normalmente un tratamiento arquitectónico más elaborado que el resto de la estructura.
Más allá del aspecto estético que se quiera ofrecer con una edificación, la fachada tiene una función principal: el aislamiento, tanto térmico como sonoro, de los espacios interiores.
Sumado a esto, la fachada evita la filtración de agua o cualquier tipo de líquido al interior, así como los posibles desperfectos causados por el viento u otros fenómenos meteorológicos.
Cuando hablamos de rehabilitación de fachadas nos referimos a la reparación y repavimentación de los daños causados por el paso del tiempo y los factores externos como el humo, la contaminación o el clima. Estos aspectos, además de afectar a la estética del edificio, puede llegar a interferir en la calidad de vida en el interior de esta.
Se trata de una acción preventiva que repara a la vez que moderniza las edificaciones, haciéndolas energéticamente eficientes y posibilitando su integración en el entorno.
El papel principal de la fachada es proteger el interior del inmueble y no dejar pasar los daños causados por factores externos. Por ello, es necesario que se encuentre en el mejor estado posible ya que una fachada deteriorada vuelve al edificio ineficiente en términos energéticos.
Una fachada en estado de deterioro provoca:
Más allá de la estética, la rehabilitación de fachadas ayuda a la eficiencia energética de las viviendas o espacios de su interior, apoyando así el ahorro en electricidad.
A la hora de rehabilitar la fachada, debemos tener en cuenta que existen distintos tipos o sistemas que tienen el objetivo de aislar y revalorizar el edificio.
Este sistema de cerramiento se compone por un muro de soporte, una capa aislante y un material de revestimiento que se fija al edificio. Con esta estructura se crea una cámara de aire que ventila y no estanca el aire entre el muro portante y el material de revestimiento.
Por las diferencias de temperatura, en este espacio se produce el efecto chimenea que hace que se reduzca el uso tanto de calefacción como de aire acondicionado. Además, ayuda a eliminar las humedades, el contacto directo con el sol y, por supuesto, protege al interior del edificio.
Esta técnica de rehabilitación de fachadas consiste en la aplicación de planchas aislantes que se adhieren directamente sobre la parte exterior del edificio.
Su uso, que tiene por objetivo la eficiencia energética, se consigue reducir el coste energético en un 40% y el aislamiento acústico en un 27%.
Este método es muy utilizado en la rehabilitación de fachadas y consiste en la aplicación de un mortero predosificado industrialmente. Se aplica una capa de cemento, áridos, fibras y aditivos con propiedades transpirables e impermeables.
Sumado a su capacidad de aislamiento y transpirabilidad, este sistema permite una mayor personalización, pues permite escoger distintos colores y acabados. Esto lo convierte en un tipo de rehabilitación muy común en casas unifamiliares y edificios.
Es uno de los sistemas más resistentes y más utilizado cuando hablamos de rehabilitaciones de bajo presupuesto. Es por esto que no aporta una mayor eficiencia energética y tiende a agrietarse con facilidad.
Estéticamente, presenta un estilo rústico que, por lo general, se suele mejorar con una capa más fina del material o con pintura.
En conclusión, la rehabilitación de fachadas es un trabajo fundamental para la calidad de vida que se desarrolla en el interior. Además de mejorar la estética y aumentar el valor monetario del edificio, la fachada tiene uno de los papeles más fundamentales de una estructura, como es el aislamiento y la infiltración de líquidos.
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